¡ODIO EL VERANO!

¡Odio el verano!… Y no estoy de acuerdo con la división de las estaciones. Una cosa es el solsticio, irrefutable por ser un momento concreto de la posición de la Tierra en su órbita de traslación alrededor del Sol, combinado con la inclinación del eje de rotación terrestre, y otra muy distinta es el lapso temporal (relacionado también, obviamente, con la posición de la Tierra respecto al Sol) en el que hace calor en el hemisferio norte (si estuviera en el hemisferio sur diría lo mismo, pero en diciembre). Los equinoccios y los solsticios deberían ser el punto medio de cada estación y no el comienzo de la misma.

Los rayos solares le pegan directamente al paralelo llamado Trópico de Cáncer, en el hemisferio norte, el 21 de julio, hora arriba, hora abajo, y el tiempo de permanencia del Sol sobre el horizonte es el más largo del año (valga lo mismo con respecto al trópico de Capricornio para el hemisferio sur). Hasta ese día (fecha) el día (horas con el Sol mostrando su jeta) se ha ido haciendo más largo y la noche más corta, sumando, claro (no me sean boludos ni pendejos ni pelotudos), las 24 horas. De este modo, el calor (o el frío allá, al sur del Ecuador) ha ido aumentando hasta ese punto y sigue alto en los días siguientes hasta que la disminución de horas de insolación (noches cada vez más largas, días cada vez más cortos e incidencia más oblicua de los venablos de Febo) facilita, junto a los factores concurrentes de movimiento de las líneas de los frentes polares, cambios en la dinámica atmosférica y corrientes marinas… que vaya haciendo menos calor. De ahí que se hable del fresco en las noches de finales de agosto (insisto, para el hemisferio norte, al revés en el hemisferio sur).


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En cualquier caso, mi «¡odio el verano!» lo dirijo, no al verano astronómico sino al meteorológico. No soporto el calor, me pone de mal humor. Detesto sudar sin hacer ejercicio, las trasmisiones bioeléctricas entre mis neuronas hacen cortocircuito y pienso peor y, no sé por qué, al aire libre siento como si no hubiera límites y estuviera desprotegido; mientras que en el invierno, sobre todo con tiempo nublado, lluvioso o nivoso, mi maquinaria funciona mejor y me siento más seguro, más protegido, insisto, no sé de qué ni por qué. Y me gusta caminar bajo la lluvia o la nieve, sintiendo el aire frío en el rostro y las gotas o los copos derretirse al contacto con mi piel.
Un perro verde.

14 de mayo de 2021

ANTE DIEM DVODEVICESIMVM KALENDAS IVLIAS ANNI MMDCCLCCIV

QVINQVATRVS MINORES II