Todas las religiones tienen sus textos sagrados. El más difundido de todos ellos es la Biblia. Judíos, musulmanes y cristianos comparten su creencia en la inspiración divina de sus textos, aunque difieran en cuáles de dichos textos deben formar parte del conjunto y, desde luego, en su interpretación. Uno de los textos comunes es el Éxodo, que forma parte del conjunto de cinco libros (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) comunes a los textos «sagrados» cristianos y judíos: para los primeros es la parte de la Biblia denominada Pentateuco y para los segundos es la Torá (los judíos llaman a esos cinco libros, respectivamente, Bershit, Shemot, Vayikrá, Bemidbar y Devarim, por las palabras con las que comienza en hebreo cada uno de ellos)
Judíos y cristianos, y las distintas confesiones cristianas entre sí, difieren sobre la interpretación de sus textos sagrados. Para algunos, las palabras escritas deben ser interpretadas al pie de la letra; para otros… «según». Pero para todos el contenido es «palabra de Dios«, directamente transmitida o inspirada a los autores de los textos. Mucho hay que hablar sobre todo esto; pero hoy me quiero centrar sólo en una cuestión: Los Mandamientos.
El capítulo 20 del Éxodo contiene el llamado Decálogo, los Diez Mandamientos de la Ley. La tradición considera a Moisés el autor del texto del Éxodo, si bien su forma escrita más antigua es del siglo VII a.C. (Moisés se supone que vivió en el s. XIII a.C) Independientemente de quién lo escribiera en la práctica, el texto habla de una presencia directa de Yahvé ante Moisés y de la transmisión a éste de un corpus legal del que el Decálogo es la cúspide.
Pero es más, a diferencia del resto de Leyes de la Alianza, que son presentadas como palabras de Dios transmitidas a Moisés y puestas por escrito por éste, el Decálogo se nos presenta no sólo como la palabra de Dios transmitida a Moisés, sino como algo que el propio Dios escribe en unas «tablas de piedra»
«Después dijo Yahvé a Moisés: Sube a la montaña y estáte allí. Yo te daré unas tablas de piedra con la ley y mandamientos que he escrito para enseñarles« (Éxodo 24,12)
Las tablas de piedra escritas por el mismísimo Dios tuvieron mal fin, porque Moisés, tras cogerse un cabreo del quince con sus compatriotas las arrojó al suelo y las rompió… pero Yahvé no tuvo inconveniente en volver a escribir sus palabras sobre unas nuevas tablas de piedra, aunque esta vez, quizás como escarmiento por su acción, fue Moisés el que tuvo que prepararlas para que después Yahvé escribiera sobre ellas-
«Yahvé dijo a Moisés: Prepárate dos tablas de piedra como las primeras que tú rompiste y escribiré sobre ellas las palabras de las otras.« (Éxodo 34,1)
Bien, estamos pues ante un relato admitido sin ambages por todas las confesiones aludidas. Nada más y nada menos que el mismo Dios, descendido al monte Sinaí, departiendo de tú a tú con Moisés y escribiendo sus palabras sobre piedra. Quien crea que el relato es fiel reflejo de la realidad debería asumir con todo su peso las leyes transmitidas por el propio Dios. Además, en tal caso, siendo «PALABRA DE DIOS» no debería ser alterada en ninguna de sus palabras…
¿No? Pues la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana no sólo altera una o dos palabras… se pasa por el forro el Decálogo casi completo. ¿Justificación? Ninguna.
He aquí el Decálogo escrito por Dios, según la propia Iglesia, ya que admite como verdad lo relatado en el Éxodo:
ÉXODO 20
1 Dios habló todas estas cosas, diciendo:
2 Yo soy Yahvé tu Dios, que te sacó fuera de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.
3 (Primer Mandamiento) No tendrás otro dios frente a mí.
4 (Segundo Mandamiento) No harás escultura, ni imagen alguna de lo que hay arriba en el cielo, o aquí abajo en la tierra o en el agua bajo tierra.
5 No te postrarás ante ella, ni la servirás; porque yo, Yahvé tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad del padre en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
6 y hago misericordia hasta la milésima generación a aquellos que me aman y guardan mis mandamientos.
7 (Tercer Mandamiento) No tomarás el nombre de Yahvé en vano; porque Yahvé no dejará sin castigo al que toma su nombre en vano.
8 (Cuarto Mandamiento) Acuérdate del día del Sábado para santificarlo.
9 Seis días trabajarás, y en ellos harás todas tus faenas;
10 pero el séptimo día es es día de descanso en honor de Yahvé; no harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que habita contigo.
11 Porque en seis días hizo Yahvé los cielos y la tierra, el mar, y cuanto en hay en ellos hay, y el séptimo descansó. Por ello bendijo Yahvé el día del Sábado y lo santificó.
12 (Quinto Mandamiento) Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen sobre la tierra que Yahvé, tu Dios, te da.
13 (Sexto Mandamiento) No matarás.
14 (Séptimo Mandamiento) No cometerás adulterio.
15 (Octavo Mandamiento) No hurtarás.
16 (Noveno Mandamiento) No darás falso testimonio contra tu prójimo.
17 (Décimo Mandamiento) No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que a él le pertenezca.
Pero, mira tú por donde, la Iglesia impone como Decálogo el siguiente:
- Amarás a Dios sobre todas las cosas.
- No pronunciarás el nombre de Dios en vano.
- Santificarás las fiestas.
- Honrarás a tu padre y a tu madre.
- No matarás.
- No cometerás actos impuros.
- No robarás.
- No dirás falsos testimonios ni mentirás.
- No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
- No codiciarás los bienes ajenos.
¿Dónde está el Segundo de los Mandamientos dado a Moisés por Dios, perdón, escrito por Dios? ¿Por qué la Iglesia Católica, o la Ortodoxa, por ejemplo, no sólo no prohíben sino que fomentan la adoración de imágenes contraviniendo diametralmente el mandato expreso de su Dios?
¿Dónde está el respeto al Sábado?
¿Por qué cambiar lo de adulterio por actos impuros? ¿para justificar la enfermiza obsesión de la Iglesia por todo lo que tiene que ver con el sexo…?
Y no vale decir que la Nueva Alianza, con Jesucristo como árbitro, sirve de apoyo a su modificación, Porque en ningún momento se dice que dijera que hubiera que cambiarlos, es más, hasta se supone que dijo «Porque en verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde, pasará de la Ley hasta que todo se cumpla» (Mateo 5,18)
Lo cierto es que nada de todo lo contenido en ningún texto «sagrado» es palabra de ningún dios. Son tantas las contradicciones de los supuestos textos revelados, son tantas las interpolaciones, añadidos, correcciones… que el análisis medianamente serio de todo el asunto lleva no sólo a no creer sino incluso a condenar tanta estúpida manipulación… estúpida pero no inútil, porque durante milenios ha servido para controlar, dominar, dirigir a las masas y sacar suculento partido de ello (ninguna organización religiosa establecida como tal organización ha sido o es pobre…)
Quien tenga oídos que oiga
(Los textos bíblicos citados han sido tomados de la La Santa Biblia, editada por el Centro de Ediciones Paulinas, traducida de los textos originales en equipo bajo la dirección de Evaristo Martín Nieto. Hasta esto debe ser aclarado porque las traducciones también aportan matices que tergiversan o confunden el sentido original de los textos; hay decenas de versiones en los principales idiomas que casi nunca coinciden completamente)
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«¿No piensas que si Dios hubiera querido que pasáramos la vida disfrutando y a lo loco, en lugar de los Diez Mandamientos nos habría enviado las Diez Sugerencias…?»
(«El Teniente» a José Ramón, en El Milagro de P. Tinto)