No es este lugar para buscar noticias de actualidad; para hacer seguimiento de temas «candentes». Yo soy sólo yo y no hago más que, de vez en cuando, calentar las teclas soltando lo que se cuece en mi martirizador cerebro. Y siempre mediatizado por el tiempo que me dejan las circuntancias.
Hace unos días me lamentaba aquí de algunas de las situaciones producidas por la reciente visita a Madrid de Benedicto XVI, cura párroco del Vaticano y a la sazón Jefe del Estado del mismo nombre y, por la gracia de Dios, Santo Padre de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana y Vicario de Cristo en la Tierra… y no he dejado de darle vueltas (sin obsesiones ¿eh?) a algunos asuntos.
Estamos en 2011. Hace casi 2.000 años que el Cristo del que Benedicto dice ser vicario (no becario; no sicario) fue crucificado (suponemos). Desde entonces hasta hoy la Iglesia Católica ha cambiado tanto en sus principios doctrinales, fórmulas ceremoniales, conceptos, etc. que la iglesia de la primera ahora se parece a la de hoy como un huevo cocido a una naranja de zumo. Pero ahí está su jefe haciendo valer su presunta autoridad, dando normas sobre cómo debe actuar la gente, lo que debe pensar, lo que debe decir, cómo debe vestir, cómo y qué debe comer, qué puede y qué no puede hacer con su cuerpo, especialmente con aquellas partes que más placer le dan, cómo debe atender al principio básico de la especie, o sea, procrear, etc.
Sí, han pasado 2.000 años y, especialmente en los últimos 500, poco más o menos, las evidencias científicas no han hecho más que ir desmontando el tinglado filosófico-doctrinal de la Iglesia Católica y del resto de confesiones religiosas. Pero lejos de caérseles los palos del sombrajo, quedarse boquiabiertos, pedir perdón y dedicarse a otra cosa, primero se parapetaron negando lo evidente, quemando los textos en los que se argumentaban esas evidencias y, lo que es peor, quemando también a sus autores; después intentaron precariamente adaptar sus axiomas a las evidencias haciendo encaje de bolillos con cuestiones sobre interpretaciones literales o simbólicas de sus sacrosantas escrituras; y siempre procurando mantener la estructura de poder sobre vidas, mentes y haciendas (nunca olvidaron eso de las «haciendas») comiéndole el tarro a la gente manejable a base de la hábil utilización de la amenaza del castigo eterno o la promesa del paraíso.
Y ahí siguen. Ahora el Papa se atreve incluso a poner en entredicho su infalibilidad… ¿pero no quedamos en que era elegido por Dios a través del Espíritu Santo y que éste inspiraba cada uno de sus actos?… un silogismo sencillo nos llevaría a concluir que si el Papa, la Iglesia, se han equivocado tantas veces (por ejemplo, y por no extendernos, en la cuestión de si la Tierra era esférica y giraba alrededor del Sol) será que el mismo dios se equivocaba. Y si se trataba de que no sabían interpretar las inspiraciones divinas ¿no puede ser que sigan interpretando mal?
Para poderes como el de las religiones no hay nada mejor que rebaños de gente ignorante, de gente que vea, oiga y lea sólo aquello que la religión en cuestión les diga. Leer de todo, pensar con espíritu crítico, contrastar informaciones, lleva directamente a la perdición de las religiones.
Por todo eso (y mucho más que no viene, al menos de momento, al caso), me llaman la atención determinados aspectos que me llevan a hacerme preguntas (otra de las «cosas», eso de las preguntas, que no va en consonancia con las religiones)
¿Por qué tantos jóvenes babean con el Papa de la forma que lo han hecho durante unos días en Madrid? Benedicto XVI, nombre artístico de Joseph Ratzinger, no es precisamente un Adonis, ni un virtuoso de la canción Pop, ni un futbolista de élite)… va a ser que es un líder espiritual, adalid de la verdad eterna.
¿Cómo es que siendo la católica una religión con aspiraciones «universales», por encima de razas y naciones, esos jóvenes hacían alarde de su identificación nacional con banderas (algunas de ellas identificativas de estados, otras de eso que se llama naciones sin estado… algunas especialmente vinculadas a procesos independentistas teñidos de sangre…)?… va a ser que la mezcla mental de churras con merinas va más allá de la fe.
¿Cómo han conseguido esos chicos y chicas, apretujados en campamentos, en trasportes públicos, haciendo el calor que ha hecho, con tan poca ropa muchos de ellos, mantener la castidad que predica su ídolo de esta semana? (¡Ay mente calenturienta!)… va a ser que es tan fuerte su fe que consiguen contener su corriente hormonal (… o va a ser que precisamente por eso había 200 confesionarios en El Retiro)
¿Por qué hay que seguir aguantando que se critique la laicidad del Estado? Poco laico es para mi gusto cuando sigue permitiendo determinadas ingerencias… va a ser que no nos gusta perder parcelas de poder (y eso que, insisto, para mí que no han perdido tantas como nos dicen)
¿Por qué hay que ceder espacios de una ciudad de todos para que unos hagan sus ceremonias?… y menos mal que ha sido en agosto, cuando en Madrid el tráfico disminuye considerablemente… va a ser que eso de pérdida de poder… porque si se presenta como visita de un Jefe de Estado, que me digan qué jefe de estado va a otro país y obliga a cortar al tráfico de buena parte del centro de su capital para reunirse con gente afín a sus ideas procedente de otros países…
¿Alguien nos dará alguna vez las cuentas reales de qué ha supuesto en cuanto a gastos e ingresos esta parafernalia? Y lo que es peor ¿Alguien en el seno de la Iglesia podrá darnos una justificación realmente convincente de por qué el dinero gastado en todo esto no se ha gastado en socorrer a los afectados por la crisis alimentaria en Somalia, o a los problemas de subsistencia de tanta gente en el Mundo?
¿Y alguien nos dará también las cuentas reales de cuántos son los que han asistido a los actos? porque ha pasado como con las manifestaciones políticas: dependiendo de la fuente el número de asistentes ha sido diferente; claro está, para los «organizadores» siempre es más que para los «opositores» o para las presuntas fuentes «oficiales».
Y, por cierto, ¿El tormentón con chaparrón, truenos y viento que les cayó el sábado 20 y que, entre otras cosas, malogró no sé cuántas hostias (cuidadín: formas, panes ácimos para la comunión), fue un castigo divino para manifestar que no estaba de acuerdo con todo aquello o fue para refrescarles por el calor que hacía?
¡Bah!, para qué seguir.
Esto no tiene arreglo. Sigue habiendo demasiados borregos ignorantes y demasiados listos pastoreadores de borregos.
¡Alceste!