THE SPACE, THE FINAL FRONTIER… – II. CARRERA ESPACIAL, PERIPLO VITAL

El curso de mi vida ha sido paralelo al desarrollo de la tecnología humana en el espacio exterior y fue, desde el comienzo, uno de los múltiples aspectos de conocimiento que me han mantenido «enganchado» a la actualidad de cada momento.

«It's one small step for [a] man, one giant leap for mankind»

Fui concebido en torno a la fecha en la que el Sputnik 1, con su inserción orbital, se convertía en el primer objeto humano lanzado con éxito al espacio.

Nací el mismo año en el que se creaba la NASA (National Aeronautics and Space Administration).

No había cumplido los 3 años cuando Gagarin consolidó la ventaja soviética sobre los EEUU al convertirse en el primer ser humano en dejar la atmósfera terrestre y volver.

Siendo un niño, desde que fui capaz, devoré las informaciones que con cuentagotas llegaban a diarios y revistas cuando los norteamericanos ensayaban con los Mercury y los Gemini sus vuelos espaciales tripulados y tenía que esperar a publicaciones especializadas para saber de los vuelos soviéticos. Claro, por entonces, las noticias que llegaban a los medios eran fundamentalmente las estadounidenses porque el control férreo de la libertad de información en la extinta Unión Soviética impedía el conocimiento exhaustivo de sus proyectos (Vostok, Voshod…).

Unos días después de mi undécimo cumpleaños presencié en directo la hazaña de la misión Apolo XI. La señal ya era de por sí de baja resolución; pero los añadidos problemas de recepción de un pionero aparato reproductor en blanco y negro de General Eléctrica Española propiciaron que «adivinase» más que «viese» el histórico acontecimiento.

Siguieron otros viajes a la Luna, uno de ellos, el de la Apolo XIII, fallido; pero la información fue siendo cada vez menor: la prensa iba perdiendo el interés por más que se fueran introduciendo novedades como el «automóvil» (en sentido literal) o róver lunar… yo no.

Mis anotaciones y recortes periodísticos fueron ampliándose con lentitud tras la predominante pérdida de interés de los medios. Eran los años 70 del siglo XX y la carrera espacial entre las superpotencias volvía a tener con ventaja a la URSS, con sus estaciones orbitales Salyut (en ruso Салют = fuego artificial) (1971-1986) y las transferencias de cosmonautas en las fiables y seguras naves Soyuz (en ruso Союз = Unión); aspecto éste, el de las estaciones orbitales, en el que Estados Unidos se empeñó poco, con sus cuatro misiones al Skylab, y fue ampliamente superado por los soviéticos con sus regulares visitas y rupturas de récords de permanencia en la mítica estación orbital Mir (en ruso, Мир = Paz) (1986-2000), adonde Serguei Konstantinovich Krikalyov llegó como cosmonauta soviético y de donde regresó, tras 311 días de permanencia, como cosmonauta de la Federación Rusa, ya que asistió desde la Mir, en la órbita terrestre, a la caída y disolución de la Unión Soviética.

Tras los viajes a la Luna, los EEUU se quedaron muy atrás en la carrera espacial. Necesitaban un golpe de efecto. Éste llegó al comienzo de la década de los 80 con el primer despegue del Sistema de Transporte Espacial conocido también como Space Shuttle (Lanzadera Espacial) que constaba de tres potentes etapas de lanzamiento y un orbitador con reentrada en la atmósfera y aterrizaje independiente como un avión. Aquello no podía perdérmelo y fuera en directo, si era emitido, o en imágenes difundidas en diferido, vi los despegues y aterrizajes, las liberaciones de satélites de comunicaciones… aquello se parecía ya a las naves de algunas de mis lecturas de Ciencia-Ficción. Al primer orbitador, Columbia, le siguieron los orbitadores Challenger, DiscoveryAtlantis y Endeavour que pusieron en órbita satélites y otras cargas útiles, destacando especialmente el telescopio orbital Hubble.

Una nueva etapa se abrió con la firma del aún vigente acuerdo para el desarrollo de la Estación Espacial Internacional (ISS). No, no era, y sigue sin serlo, la flamante estación imaginada por Arthur C. Clark, llevada a la gran pantalla por Stanley Kubrick en 2001: A Space Odissey, y esperada con ansiedad por el ser cuyas manos escriben esto… y eso que hemos desbordado por 20 años la fecha en la que se ambienta; pero aún sigue siendo un apasionante objeto de atención. La NASA emite de forma continua imágenes desde la estación, el canal de TV principal de la agencia difunde intervenciones de los astronautas que responden, por ejemplo, a preguntas expuestas por escolares, y existen aplicaciones para seguir en tiempo real las órbitas, bastando unos sencillos prismáticos para poder ver su estructura desde la superficie terrestre. He procurado ver con asiduidad esas transmisiones y así pude ser testigo de la llegada a la estación de la nave SpaceX Crew-2, con cuatro astronautas a bordo, completando durante unos días (entre el 23 de abril y el 2 de mayo de este año) una «superpoblación» de la ISS, con once (11) astronautas de cuatro nacionalidades diferentes flotando en sus pasillos.

También fui testigo en directo del impactante desastre del orbitador Challenger (1986) y seguí, desde el momento en que se dio a conocer, el accidente fatal del orbitador Columbia en su reentrada (2003). Aquello interrumpió durante dos años los vuelos de los orbitadores, pero siguieron en servicio hasta la paulatina retirada, que finalizó con la última misión del Atlantis (2011). Desde entonces las misiones a la ISS han tenido como único vehículo de transporte de pasajeros a las Soyuz rusas, con sus sucesivas actualizaciones (TM, TMA y MS), lanzadas desde el cosmódromo ruso de Baikonur, en Kazajistán. Así ha sido hasta 2020 cuando, gracias al empuje de firmas privadas, ha comenzado una nueva etapa en la exploración espacial tripulada. La SpaceX Dragon, en su versión tripulada (existe otra versión para transferencia de cargas y suministros), ha enviado ya tres tripulaciones a la ISS, una en vuelo de prueba, con dos tripulantes, y dos ya plenamente operativas, con cuatro tripulantes cada una.

Estamos en unos momentos apasionantes. Por un lado está el mantenimiento de programas tan sólidos como las naves Soyuz o las Shenzhou chinas y los paralelos proyectos rusos y chinos de sendas estaciones orbitales independientes. La SpaceX del multimillonario Elon Musk, con su Crew Dragon, asegura la transferencia de cargas útiles, suministros y tripulaciones a la ISS, empresa a la que también comenzarán a contribuir este año (si no falla como en 2019) las naves Starliner, fabricadas por Boeing y Bigelow Aerospace (por cierto, esta empresa quiere construir una estación orbital privada, un hotel orbital)

La NASA, en colaboración con la ESA (European Space Agency) y con la empresa Lokheed Martin, desarrolla el Vehículo de Traslado Multi Propósito, bautizado inicialmente Orión, como parte del ambicioso proyecto oficial de regreso a las misiones tripuladas a la Luna.

Blue Origin, empresa del fundador de Amazon Jeff Bezos, desarrolla la nave reutilizable New Shepard, con el objetivo de prestar servicio oficial a la NASA y realizar vuelos privados a unos 250.000 o 300.000 dólares el billete.

Firefly Aerospace, bajo acuerdo con Israel Aerospace Industries, desarrolla el sistema de transferencia lunar Génesis.

Orbit Beyond, Inc., diseña y construye vehículos de transferencia de carga a la Luna y vehículos de desplazamiento superficial lunar, habiendo logrado en 2018 un contrato con la NASA para su programa de regreso a nuestro satélite natural.

Virgin Galactic desarrolla un programa de vuelos suborbitales y orbitales comerciales. El pasado mes de mayo voló con éxito la nave tripulada Virgin Space Ship Unity, aeronave de la 3ª generación de las SpaceShip cuyo precedente original fue el White Knight. La nave despegó del Spaceport America, en Nuevo México, acoplada a una estructura aviónica (o «portaviones»), la VMS Eve, que la elevó hasta una altitud de transferencia de 13 Km desde la que, con sus motores y ya liberada, la VSS Unity sobrepasó los 86 Km de altitud. Todo un éxito después del fatal final en 2014 de la VSS Enterprise, que explotó en vuelo y se llevó la vida del copiloto Michael Asbury. En marzo de 2021 la empresa presentó su tercera VSS, bautizada Imagine. Si dispones de 250.000 dólares puedes ponerte a la cola de unas 600 personas que ya han reservado plaza para los futuros vuelos.

SpaceX (Space Exploration Technologies Corporation) es, sin duda, la más ambiciosa de las empresas privadas incorporadas a la nueva «carrera espacial». Además del ya mencionado sistema Dragon como contratista de la NASA, desarrolla su proyecto Starship (Nave Estelar), para la colonización de la Luna y Marte. Los prototipos lanzados hasta la fecha han cosechado más fracasos que éxitos, pero Elon Musk sigue empeñado en sus proyectos, asegurando que en 2024 una Starship sin tripulación llegará a Marte y en 2026 lo hará la primera misión tripulada.

Echo la mirada atrás y, después del proyecto lunar Apolo en los 60 y primeros 70 del siglo XX, y de la construcción y puesta en servicio de la ISS en los primeros años del presente siglo, estoy, como ya he dicho, viviendo los momentos más excitantes de la exploración espacial tripulada (de la exploración robótica hablaré en otra entrada) y deseando que lleguen los siguientes escalones. Vivo en directo, siempre que me es posible, los lanzamientos, acoplamientos y regresos de las naves a través del canal de Youtube de Space X o del canal «NASASpaceflight», en el que, ya sea en directo o en vídeos recopilatorios contempló cómo va creciendo la Starbase (Base Estelar) en Boca Chica (Texas), cómo se construyen y ensamblan las piezas de los aún protototipos de las Starship y sus vuelos… nada comparable con aquellas transmisiones de los 1960, porque todos los lanzamientos de Space X, sean propios o para la NASA, son retransmitidos con imágenes servidas por cámaras en tierra o en drones, instaladas en el fuselaje, junto a los motores impulsores o en el interior de las cabinas, algo que me hace casi «vivir» más que sólo «ver» lo que sucede.

63 años de carrera espacial paralelos a mi periplo vital.

9 de junio de 2021

ANTE DIEM QUINTVM IDVS IVNIAS ANNI MMDXXLXXIV AB VRBE CONDITA

POST SCRIPTA:

Sin rubor, quien escribe nació el 11 de julio de 1958.

El Sputnik 1 (en ruso Спутник-1) fue puesto en órbita por la Unión Soviética el 4 de octubre de 1957, completó 1.440 órbitas y se desintegró en su reentrada en la atmósfera el 4 de enero de 1958.

La misión Apolo XI despegó de la Tierra el 16 de julio de 1969 y Neil Armstrong puso su pie en la Luna a las 2:56 h UTC del 21 de julio de 1969 (aún 20 de junio en las Américas).

El orbitador Challenger se desintegró, como la mayor parte del sistema de lanzamiento y los siete tripulantes, 73 segundos después del lanzamiento, a las 16:39 UTC del 28 de enero de 1986. Francis «Dick» Scobee, Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis, Judith Resnik y Christa McAuliffe desaparecieron.

El orbitador Columbia se desintegró durante la reentrada en la atmósfera el 1 de febrero de 2003 a las 13:59 UTC con sus 7 tripulantes: Rick D. Husband,  William C. McCool, Michael P. Anderson, Ilan Ramon (israelí), Kalpana Chawla (estadounidense nacida en India), David M. Brown y Laurel Blair Salton Clark.

THE SPACE, THE FINAL FRONTIER… (I)

Los homines sapientes formamos una especie maligna. somos un SARS Cov-2 o algo aún peor para, de momento, nuestro «pequeño punto azul pálido» que gira en torno a una estrella de la serie principal en un «suburbio» de una de los cientos de miles de millones de galaxias que pueblan el universo conocido. Pero ¡alerta! otros mundos corren riesgo.

Leo, veo y oigo sobre una especie de nueva carrera espacial en la que ya no son dos potencias, como durante la Guerra Fría lo fueron los EEUU y la Unión Soviética, sino varios estados y compañías privadas los que se disputan los éxitos.

1.- La Estación Espacial Internacional y sus partícipes.
[Imagen de dominio público obtenida en Wikipedia Commons]

La Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés) fue y, de momento, es un proyecto de cooperación internacional en el espacio que ha mantenido unidos en planes y desarrollo de los mismos a la NASA y la nueva Space X, por parte estadounidense, la Agencia Espacial Europea (ESA), la JAXA japonesa, Canadá y Roskosmos, la agencia espacial rusa.

Pero en breve finalizará el acuerdo firmado entre estadounidenses y rusos y éstos se montarán  (los planes ya están en marcha) su propia estación orbital y «recuperarán» su«»soberanía» espacial.

La República Popular China hace años que viene empujando con su propio programa de exploración, han comenzado a poner en órbita los primeros módulos de su estación orbital y ya tienen sonda orbital y róver explorador en Marte, además de su programa lunar, con el primer róver llegado a la cara oculta de la Luna.

La India también tiene su propio programa y los Emiratos Árabes Unidos han completado el quinteto de países/agencias que han alcanzado (en este caso, de momento, sólo orbitalmente) nuestro vecino Marte.

La órbita terrestre está poblada por cientos de satélites artificiales disputándose los parámetros orbitales con fines científicos, de comunicaciones y militares, destacando en los últimos meses el despliegue por parte de SpaceX de cientos de pequeños satélites que van tejiendo una red global (Starlink) que servirá de soporte para el acceso a internet desde cualquier rincón del planeta.

Empresas privadas planean vuelos turísticos, incluyendo un «hotel»  orbital, y viajes y establecimiento de colonias en la Luna y Marte y la explotación «minera» de los asteroides.

Sí, hay una nueva «carrera  espacial» y parece que tanto las agencias oficiales como las empresas privadas hablan de sus planes en una especie de horizonte de «el que llegue primero, gana», algo que en otros ámbitos de la vida es obvio; pero en la cuestión de la casi inminente colonización de otros astros debería significar nada más que eso, ser el primero, pero no la subyacente de «toma de posesión».

Se echa en falta una coordinación de esfuerzos. Para muchos resulta un derroche innecesario la cantidad de millones dedicados por agencias oficiales y empresas privadas al desarrollo espacial cuando millones de personas en el planeta viven en la más cruda y dura de las pobrezas, Pero no es el desarrollo espacial el enemigo de los programas de distribución equitativa de la riqueza y de la ayuda humanitaria; el enemigo es la desconfianza entre países, precisamente el mismo principio que fomenta la carrera armamentista que se lleva partes esenciales de los presupuestos de las grandes potencias.

Esa desconfianza se traslada al espacio y buena muestra de ello es el secretismo y falta de completa transparencia de algunos proyectos. Basta con acceder a los sitios web de las potencias espaciales para ver el contraste que existe entre la amplia cobertura pública de la NASA y su acólito Jet Propulsion Laboratory de la CalTech y comparar con, por ejemplo, la agencia espacial china CNSA.

Esa falta de confianza explica que en lugar de la cooperación para optimizar los proyectos, todos vayan por su cuenta y no todos compartan de forma abierta los datos obtenidos por sus respectivas misiones.

Existe desde 1967 El Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes (abreviadamente Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre o Tratado Espacial) entre cuyos principios, además del compromiso de no instalar en el espacio armamento de ningún tipo, fija principios de confianza y comunicación… el tratado ha sido ratificado y firmado por todos los países con capacidad espacial demostrada.

2.- Países firmantes y con ratificación (verde) y países firmantes (amarillo)
[Imagen de dominio público derivada de una imagen de la ONU, tomada del repositorio Wikimedia Commons]

Sin embargo, el Acuerdo que rige las actividades de los Estados en la Luna y otros cuerpos celestes no ha sido ratificado por ninguno de los estados que han llegado a la Luna y que tienen planes específicos de colonización.

En todo caso, ya sabemos de lo que suelen servir los compromisos internacionales… ¿Por qué no cooperar más abiertamente en beneficio de la Humanidad? ¿Se alcanzará algún acuerdo vinculante sobre estos temas y será cumplido o se estarán poniendo las bases de futuras «guerras» por el reparto territorial de la Luna, Marte y los asteroides?

Por el momento, en estos albores de la expansión humana en el Sistema Solar, nada impide la toma de posesión de unos u otros y nada permite mediar en futuros conflictos de intereses. Conociendo el comportamiento de los seres humanos a lo largo de la historia, pocas esperanzas hay de que la empresa de saltar a otros mundos vaya a ser algo pacífico y en concordia.

30 de mayo de 2021

ANTE DIEM TERTIVM KALENDAS IVNIAS ANNI MMDXXLXXIV AB VRBE CONDITA